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Transformación con la economía colaborativa; la cuarta revolución

En México las empresas y emprendimientos que surgen gracias al uso de plataformas digitales podrían cambiar el futuro, siempre y cuando haya apoyo y entendimiento de todos los sectores.

CIUDAD DE MÉXICO.

Sus nombres ya son comunes y enarbolan en México la bandera de la economía colaborativa. Uber, Cabify, Kickstater, Airbnb, Ticketbis, entre otros, son parte de ese concepto que señala que al compartir e intercambiar bienes y servicios a través de plataformas digitales, se puede hacer negocio.

México, al igual que Brasil y Argentina, son los países que muestran el mayor dinamismo en América Latina, y aunque aún se encuentran en etapa incipiente, esta modalidad de hacerse de recursos gracias a la innovación, la tecnología y a salir de los moldes tradicionales, mantiene una tendencia al alza.

Sólo como ejemplo, datos del estudio Economía colaborativa en América Latina, realizado por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), Fomin (Fondo Multilateral de Inversiones) y la IE Business School, muestran que en los últimos 15 años, la inversión relacionada con la economía colaborativa en el mundo llegó a 26 mil millones de dólares, y aunque su tasa de crecimiento global fue de 25 por ciento en 2014, en la región se va a paso lento.

En nuestro país, tal como sucede en otros de la región, más de 80 por ciento de las empresas o startup inscritas bajo este modelo económico tiene cinco años o menos de existencia, y 63 por ciento emplea de una a diez personas. A la fecha, se tienen detectadas 107 startups de este tipo en América Latina, un número bajo en comparación con Europa o Asia, donde hay más de mil.

El estudio muestra que el desarrollo tecnológico, la crisis económica y el desempleo han potenciado el desarrollo de la economía colaborativa en todo el mundo.

Su potencial para generar empleo y riqueza movilizando recursos subutilizados, como los autos que se inscriben en Uber, así como su componente social y de comunidad, incluso su visión de consumo más honesto y controlado de recursos, hace que la economía colaborativa encaje en una sociedad que cada vez se preocupa por estos temas”, asegura Ricardo Pérez Garrido, CIO/CEO Coach de Innovación, profesor de Innovación Digital y Sistemas de Información, y director del Programa Master en Gestión y Negocio Digital en IE Business School.

Explica que la economía colaborativa está todavía en su infancia en América Latina. “Las empresas de este tipo operan fundamentalmente en ámbitos bien conocidos internacionalmente como alquiler de espacio vacacional o de trabajo, de medios de transporte o servicios para pequeñas empresas. Estas firmas siguen los pasos de esas grandes que todos tienen en mente, y abren el camino para que el tipo de economía que representan se entienda mejor y se extienda más rápidamente. Pero hay que impulsar otras ideas, ser creativos para transformar regiones o naciones como México”.

Su mayor preocupación a la hora de hacer crecer estas iniciativas es la falta de confianza y desconocimiento por parte de los posibles usuarios o clientes de los servicios ante estos nuevos modelos de negocio, de lo que representa la Economía Colaborativa y cómo se estructura.

Los ejemplos internacionales ayudan, pero se parecen demasiado a las empresas tradicionales, son los exponentes de una economía del alquiler; que si bien está movilizando recursos subutilizados y produciendo beneficios a agentes económicos –no profesionales–, lo cierto es que está tan cargada de polémicas que no ayuda a que se vea este ámbito como algo totalmente claro y transparente”, afirma, y recuerda el caso de Uber,  a quien se le acusa de ilegal, desleal, anticompetitivo, sin ver su aportación a la sociedad por temor al cambio de las estructuras rígidas.

EL POTENCIAL

En México, al igual que gran parte de América Latina, una mayor conectividad y las ganas de emprender de muchos jóvenes, impulsan el surgimiento de iniciativas que buscan impactar de manera transversal la movilidad, el turismo, la educación y las finanzas.

Los datos muestran que 27% de las startups se dedica al alquiler y 13% al intercambio y a la producción en la región. El transporte es la principal actividad en México (45%) y Brasil (24%). También destacan los servicios financieros (18%) y servicios a empresas (12 %).

Con una regulación adecuada y una supervisión adaptada a los nuevos modelos de las plataformas digitales, la economía colaborativa puede suponer un complemento y un estímulo para sectores de la economía tradicional en países como México, estimulando la competencia, ampliando la oferta y promoviendo alternativas innovadoras para el consumidor. Además, tiene la capacidad de disminuir las externalidades negativas subyacentes de la economía tradicional, como en el caso del transporte (contaminación medioambiental) o los bienes infrautilizados (consumo no eficiente)”, explica Brigit Helms, gerente general del Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN).

En este marco de trabajo en innovación y emprendimiento, asegura Helms, el FOMIN ha identificado las plataformas digitales de la economía colaborativa como prometedores modelos de negocio, efectivos y escalables, para empoderar a la sociedad y generar un desarrollo más inclusivo.

En este contexto, los emprendedores y las pequeñas y medianas empresas juegan un rol fundamental en la creación de valor compartido, como protagonistas, pero también como fuentes de información, liderando las nuevas tendencias de desarrollo colectivo a través de internet”, agregó.

Pérez Garrido agregó que estas iniciativas necesitan otro tipo de apoyo. “La confianza de los consumidores. No sólo de los más avanzados o preocupados por lo social: estos ya son clientes o impulsores. Hace falta que los demás den una oportunidad a esta otra opción, que entiendan que el modelo es distinto; que se basa en la colaboración o en la producción local, o en especialistas que lo son por lo que hacen en su vida privada. Para ello resultan clave las historias locales de éxito: crear estrategias de apoyo basadas en difundir cómo funciona el sistema, más que en explicar la tecnología, en cómo apoya a la economía y conocimiento local y en construir la confianza a partir de este contexto local y de colaboración”.

Para los analistas del estudio, no impulsar la economía colaborativa en países como México, sería dejar pasar una oportunidad clave para participar en el desarrollo de una sociedad y economías más justas y conscientes, más ligadas a lo local y a las personas, “y menos a un sistema con un rostro poco reconocible”.

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